En 2001, con 19 añitos, tuvimos una gran idea: ascender varios tresmiles del Pirineo mientras recorríamos un tramo del GR11. Irían cayendo el Balaitus, los Infiernos, el Vignemale, Monte Perdido… Vamos, que en nuestras mentes sonaba maravilloso. Cargamos las mochilas con todo tipo de equipamiento: cuerdas, comida para días —muchos días—, material técnico... Tanto, que apenas podíamos levantarlas. La dura realidad nos devolvió a casa antes de tiempo. Ni siquiera el subidón de haber ascendido el Balaitus por Latour pudo levantar nuestro ánimo, ya minado por el peso de esas mochilas. Así que, a la altura del Collado de Tebarray, terminó nuestra aventura.
¿Qué llevar en la mochila? Es algo que me puede, el preparar una mochila para un viaje. Suelo dejarlo para el final, y cuando el tiempo apremia, las decisiones se toman solas y la mochila se llena de manera precipitada. Debo decir que esto conlleva muchos riesgos.
Estas semanas he estado analizando qué llevan expertos en sus mochilas ultraligeras. Hay locos por ahí haciendo travesías de varios días con un peso base de solo 2 kilos. De locos.
Cargar con lo innecesario solo nos ralentiza. Y el peso más traicionero es ese que metes “por si acaso”. En la montaña, como en la vida, no hace falta llevar de todo; hace falta saber usar bien lo poco que llevas.
Con el tiempo uno aprende que viajar más ligero no es solo cuestión de espalda, también lo es de cabeza.
Menos apego, menos bulto, más espacio para lo que importa: respirar, reírse, equivocarse, seguir. Así se llega más lejos. Creo que nos habría ido diferente en 2001 con una mochila más ligera…
Desde entonces… intento ir más ligero. A la montaña. Y a todo lo demás.
Un abrazo,
Edu
P.D. Aquí os dejo enlace a esas reacciones a los equipos ultraligeros. Algunas mochilas son para flipar…
⏪ En episodios anteriores…
P.D2. Si quieres charlar sobre cualquiera de las cosas que he escrito hoy, de tu última aventura o si simplemente te apetece contarme algo, respóndeme a este mail!